Ver la transformación física y espiritual y encontrar un hogar permanente para cada niño es su misión. En sus planes está el desarrollo de una una segunda fase, lo que les permitiría duplicar su capacidad y darle calidad de vida a quienes tanto lo necesitan.
“Quedé impresionada por el amor y la dedicación del equipo. Desde el momento en que entré, sentí la alegría que llenaba el lugar. Cada esquina reflejaba un sincero deseo de ver a los niños florecer en un entorno seguro y amoroso. Todo el personal es ejemplo vivo de entrega y compasión. Salí con el corazón lleno y una profunda admiración por el trabajo que realizan”, fueron palabras de Valeria Endara Motta, 4ta generación de Fundación Alberto Motta.
Creemos que toda persona merece vivir con dignidad. Es un orgullo poder apoyar un proyecto tan noble que vela por los más vulnerables de nuestra sociedad.